lunes, 13 de septiembre de 2010

Todo lo que tú quieras (Achero Mañas, 2010)




AMOR DE PADRE

Que los modelos de familia han cambiado es algo obvio, de lo que no se habla tanto es de como ha afectado esta situación a los hombres, antaño salvados de las labores domésticas y del cuidado de los niños, que se han visto abocados, en muchos casos, a un traumático cambio de roles. En su última película, Achero Mañas decide hablar de este hecho pero maquillándolo de la misma manera en que lo hace su protagonista.

Todo lo que tú quieras nos cuenta la historia de Leo (un excelente Juan Diego Botto), un abogado homófobo especializado en casos de divorcio, felizmente casado y padre de una niña de 4 años, que ve tambalearse todo su mundo al morir su esposa. Pero, como ya le han advertido, antepondrá la felicidad de su hija a su propio dolor. Así que cuando ésta, incapaz de asumir la pérdida, le pida una madre postiza, él optará por disfrazarse de ella, primero en la intimidad y luego ya abiertamente, enfrentándose a su entorno y a sus propios prejuicios.

El transformismo que sigue Leo sirve al director para disfrazar el tema principal de la película que es el sacrificio que hacen los padres por el bienestar de sus hijos y la precaria situación en la que viven las familias monoparentales. El personaje de Juan Diego Botto debe sobreponerse a su reciente viudedad al mismo tiempo que tiene que hacer frente a los cambios en la política de su bufete y al hecho de cuidar solo de una hija demasiado pequeña para afrontar la realidad que ahora les toca vivir. Leo se siente superado por las circunstancias y encuentra su propia tabla de salvación convirtiéndose, metafóricamente, en mujer (de hecho parece que el autor de Noviembre (2003) nos esté diciendo que la única manera que tenemos los hombres de asumir el cambio de roles familiares y toda la responsabilidad que ello conlleva sea siendo, o sintiéndonos, más femeninos). Un disfraz que ayudará a dar más tiempo para sobreponerse de la tragedia tanto a su hija como a si mismo, ocultando su propio dolor tras el maquillaje (como queda en evidencia, sin entrar en detalles, en la espléndida escena final).

Se ha repetido bastante que el inteligente guión del propio Áchero Mañas es valiente y arriesgado pero en realidad sólo lo es hasta cierto punto. Por un lado, sabiendo muy bien el terreno resbaladizo por el que transita, decide apoyarse en el personaje de José Luis Gómez, un viejo travesti al que Leo tiene que ayudar en un caso, para que el público se familiarice con el transformismo y así, al mismo tiempo que su abogado, pasar del rechazo inicial a la completa aceptación (curiosamente, una vez el protagonista consiga vencer sus prejuicios iniciales y su homofobia, será víctima del rechazo de otros que pensaban como él). Y por otro, deja excesivamente claro, y en todo momento, la inclinación sexual del protagonista, haciendo hincapié en repetidas ocasiones de que se trata únicamente de un juego para ayudar a su hija.

Pese a ello, es de agradecer que nos lleguen de vez en cuando a nuestras carteleras propuestas como ésta, honestas, emotivas y un poco a contracorriente.

En el apartado técnico y artístico poco que decir, desde la iluminación a la fotografía todo está impecable y cuidado hasta el mínimo detalle y el plantel de actores está perfecto en su conjunto, destacando un inmenso Juan Diego Botto que borda un papel complejo y rico en matices, capaz de decirlo todo con una simple mirada y el gran descubrimiento de la niña Lucía Fernández que demuestra el buen ojo que tiene Achero Mañas con los niños, como ya hizo hace unos años con Juan José Ballesta en El bola (2000).

Sergio Herrada Ruiz

1 comentario:

  1. Desconocía el argumento por completo y con lo que cuentas un poco ya me la has vendido, le haremos un huequecito un día de estos...

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