Ernest Hemingway pisó únicamente una vez suelo sudamericano en 1956. Durante 32 días permaneció en Cabo Blanco (Perú) rodando algunas escenas de la adaptación al cine de El viejo y el mar, atraído por un pequeño pueblo pesquero donde se practicaba la pesca deportiva del merlín negro, el pez protagonista de su laureada novela. Más de cincuenta años después, ese mismo escenario sirve de telón de fondo a Contracorriente, la ópera prima de Javier Fuentes-León.
Miguel, un joven pescador peruano, está casado con Mariela y están a punto de ser padres por primera vez. Ambos viven en Cabo Blanco, una pequeña comunidad pesquera muy cerrada y religiosa donde Miguel es una figura muy conocida y querida por todos. Pero, a espaldas de todo el mundo, éste esconde un gran secreto: Mantiene una relación con Santiago, un pintor que se estableció un año atrás y al que la población de Cabo Blanco repudia por su ateísmo y su homosexualidad.
El director debutante Javier Fuentes-León decide criticar el machismo y la homofobia dominante en gran parte de Sudamérica pero remarcando que la única manera de cambiar esa situación parte de cada uno. Miguel debe superar sus propios prejuicios y su equivocado concepto de masculinidad y de lo que significa ser un hombre (algo que no viene definido por la orientación sexual ni por nuestras aficiones, si no por los actos y decisiones que tomamos en nuestra vida) y aceptarse a si mismo primero, antes de poder ser aceptado por (parte de) su comunidad después.
Llegado a cierto punto, el realizador opta por el realismo mágico para continuar con su crítica, haciendo un paralelismo sobre la (in)visibilidad del colectivo gay. Después de una fuerte discusión entre Miguel y Santiago, este último se adentra borracho en el mar y muere ahogado (situación que se nos explica en forma de elipsis) pero como no ha sido descubierto su cuerpo ni se le ha practicado rito alguno para darle entierro, su espíritu vaga libre sin descanso, siendo Miguel él único que puede verle. Éste en un principio opta por buscar el cadáver para que le puedan enterrar pero viendo que ahora puede seguir relacionándose con él sin que nadie les descubra, decide seguir ocultando su muerte (y su inclinación sexual).
El hecho de que sea el protagonista el único que pueda ver al fantasma y que la película esté contada desde su punto de vista, nos permite creer que éste tal vez sea únicamente fruto de su imaginación y mala conciencia, pues el ente, al fin y al cabo, pasa a convertirse en su guía moral.
La historia está narrada de forma naturalista (a pesar del detalle sobrenatural del relato), sacando un gran partido a sus escenarios (el pueblo de Cabo Blanco y su gente acaban siendo un personaje más de la trama) y apoyándose casi exclusivamente en su excelente trío protagonista.
El filme acaba sufriendo una falta de ritmo en su desenlace pero no desmerece en absoluto los méritos de una película que supo conquistar a los espectadores de los festivales de Sundance y Miami, donde regresó a casa con sendos premios del público.
Sergio Herrada Ruiz
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